Y como Abby me cambió la vida
- Rocío Salazar
- 2 feb 2017
- 3 Min. de lectura
Estoy ahora sentada en la cama de mi mamá, en pijama desde que me desperté, viendo la novela de moda y alrededor de varios juguetes.

Abby duerme desde las 8:00 pm. Se despertó una vez, le canté 'Los pollitos dicen' y se volvió a dormir, la eché nuevamente en la cuna.
Dos años atrás, a esta misma hora estaría en clases aún. Pensando en la terrible monografía a punto de presentar. Pensando en el turno del día siguiente en el trabajo y en que me más puedo aprender. O talvez pensando en el guapo chico de mi clase de matemáticas.
Abby me cambió la vida desde que supe que venía en camino. Vi como mi inmadurez y rebeldía iban retirándose de mi vida lentamente para dar paso a nuevos comportamientos, sensaciones y actitudes.
Nunca en mi vida había sentido tanto miedo del futuro como lo tuve ese 31 de mayo que Abby nació. Recuerdo lo muy sola que me sentía (a pesar de tener a mi abuela y tía conmigo en ese momento) y la incertidumbre con todo lo que vendría después de que naciera. Sentía el nerviosismo recorrer todo mi cuerpo una y otra vez. Mi mente se ponía muy creativa al atraer más miedos y asustarme cada vez más.

No quiero extenderme mucho en este post explicando lo m i l a g r o s o que fue todo mi embarazo y el nacimiento de mi Abby, pero una de las primeras cosas que aprendí al tener a la bebe conmigo fue a CONFIAR EN DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS. Él no me ha fallado ni una sola vez; al tener a Abby por primera vez en brazos le agradecí a Dios por su vida y por escogerme para cuidar de ella, le prometí que así lo haría. Con mi vida entera.
Al llegar a casa dejé todo mi orgullo (una característica mía muy marcada) en la Clínica. Tuve que entender que necesitaría mucha ayuda y que debía pedirla. La recuperación de la cesárea fue lo más doloroso que he pasado en mi vida; debía pedir ayuda para cambiarme, bañarme, comer, caminar e incluso ir al baño. Aprendí a apreciar a mi abuela con el alma. Comprendí cuan fuerte era mi mamá y cuantas veces yo había menospreciado esa fuerza.

Mi ego y mi complejo de superioridad se vieron aplastados cuando tuve que aprender a cambiar pañales, a amamantar a la bebé, a bañarla, a reconocer sus llantos. Todo el egoísmo que siento casi siempre dejó de existir cuando tuve que anteponer las necesidades de mi niña antes que las mías.
Al volver al trabajo, trabajar con más de 40 chicos no volvió a ser lo mismo. El lado maternal empezó a aflorar solito. Si alguno se encontraba mal pensaba en que podría ser mi Abby a sus 20 años pidiendo orientación. Valoro más el esfuerzo de cada uno de ellos. Cada uno con diferentes historias, todos, chicos geniales. Por otro lado, debía salir volando del trabajo a mi hora pues, mis pechos parecían que iban a explotar en cualquier momento. La blusa no me quedaba y no podía abotonarla toda. Muchas veces, por comodidad, me la ponía sin abrochar debajo del chaleco, debo confesar.
Ya no podía 'quedar' con mis amigos para comer después del turno, o salir en nuestros descansos. Me perdía de una y otra reunión. Debía quedarme con la bebe, toda mi atención.
Las madrugadas lactando a la bebe o cambiando el pañal a media luz, yo sufría por la miopía que tengo, todo eso es poco comparado a lo que Abby cambió en mis rutinas diarias y en mi vida. Pero sobretodas las cosas, Abby cambió mi corazón. Mis sentimientos. La tristeza con la que muchas veces lidiaba. Mi perspectiva de la vida. Todo lo que había aprendido durante mis 20 años ella vino a cambiarlo para que ya nunca nada vuelva a ser igual.
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